AYER ME propusieron escribir, junto con un grupo de sesenta mujeres, un texto sobre la menopausia para el 25 de septiembre, pero decliné porque yo no me siento mujer: yo me siento Vanessa al 100% y solo me gusto cuando me veo maravillosa, con mis pelucas y minis y botas, pero no estoy nada segura de que esas fruslerías den para ese título tamaño montaña llamado mujer. Supongo que las mujeres que conocemos como trans saben que son mujeres sin asomo de duda, consciencia que no me visita nunca a mí, que puedo creerme mujer, caballo y helicóptero el mismo día.

Tampoco sé muy bien qué es una mujer, ni un hombre, ni qué tipo de sexualidad tengo, salvo que sea mentir, escandalizar y hacer la gamberra. Creo que el género y la sexualidad son dos timos completos, creados para estabilizar las sociedades y favorecer la reproducción en serie, cuya mentira es imposible de ver para las personas que recibieron de pequeñas una socialización completa. Cada día me parece más terrible que existan gentes que se crean completamente hombres, completamente mujeres, vascos, heteros, gitanos, egipcios o musulmanes, y solo deseo quedarme en Bardot a solas, leyendo libros y escribiendo sobre las hojas de los árboles, con el fin de salvarme de tantos brutos.