YA SOLO me hago seis o siete pajas al d铆a: como siga a este ritmo de decadencia igual acabo dedic谩ndole realmente diecis茅is horas diarias a la literatura, en vez de limitarme a decir que se las dedico. Mi ambici贸n literaria siempre estuvo sofrenada por mi enfermedad sexual, que es la extra帽a enfermedad de alguien que rechaza con profundo asco los cuerpos (¿o igual soy una enferma sexual precisamente por la repulsi贸n que me causan los cuerpos?). Me basta con imaginarme sexy o con que alguien me llame maric贸n para que me entren las ganas de masturbarme: hasta ese punto llega el saco sin fondo que es mi sexo. Recuerdo que las primeras pajas de mi vida me las hice pensando en Silvia Mars贸, una presentadora del Un, dos, tres que se convirti贸 en la primera masturbamusa de mi vida; en las peque帽as pel铆culas er贸ticas que se montaba mi mente, origen de toda mi literatura, me imaginaba siendo su ch贸fer, ¡su ch贸fer! En mis sue帽os er贸ticos con ella siempre eran otros los que se la follaban mientras yo le sosten铆a el bolso: ya desde el minuto uno yo era una completa sissy.